lunes, 28 de mayo de 2007

Unos y otros, todos.

Independientemente de las felicitaciones o los pésames, las elecciones de ayer han supuesto un empate técnico entre las dos fuerzas políticas más representativas. Unos –el PP- ganan en número de votos, otros –el PSOE- obtienen mayor número de concejales. Así, la cosa sigue igual. Lo que no deja de ser preocupante. Al PP no le ha ido nada mal con una campaña que no se ha detenido en los problemas locales o autonómicos y que se ha volcado en denunciar los, a su juicio, grandes problemas nacionales, entre ellos el manido tema de la ruptura de España y las concesiones a los terroristas de ETA. El PSOE, no ha sabido responder al requerimiento de su opositor y bajo ese talante conciliador del que hace gala ha perdido gran parte de su capacidad contestataria. El resultado es malo para todos, pero sobre todo para el ciudadano de a pie. El desencanto con los políticos tiene su traducción en un incremento de la abstención lo que favorece a un partido político como el PP que no tiene quien le tosa dentro de ese espectro político que agrupa a lo mejor y lo peor de la derecha española. Si los que ayer se quedaron en casa son votantes de centro izquierda, el PSOE debería pensar en que es el partido al que más factura le pasa el desencanto del electorado. Visto lo visto no es difícil pronosticar lo que nos espera hasta las elecciones generales: más de lo mismo: El PP tratando de forzar la máquina y obtener réditos de ese discurso fatalista y radical que roza la paranoia y consigue convertir en adversarios a dos ciudadanos con ideas distintas. El PSOE, muriéndose de un éxito que no es suyo en exclusiva y centrando en el pasado un discurso que ya se antoja caduco: la mentira y el varapalo de la guerra de Irak. Harían bien, unos y otros, en tratar de trabajar la política a través de propuestas concretas que supongan la posibilidad de elegir entre programas de corte distinto. Pero no parece que vaya a ser así. Y mientras España se convierte en un tablero más parecido al Risk que al ajedrez.

Ni unos ni otros pueden declararse satisfechos con lo conseguido. El PSOE, sin embargo, tiene la posibilidad de negociar con otras fuerzas para consolidarse o arrebatar poder local al PP. Lo que no es nada malo para una democracia tan poco acostumbrada a pactar como la nuestra. El PP sufre de una complacencia morbosa en la soledad y, enrocado como está en posiciones aislacionistas, le va a resultar difícil encontrar compañeros de viaje allá donde los necesita, a pesar de ser la fuerza más votada en muchos de los lugares que, presumiblemente, va a perder. Ambos partidos deberían apostar por volver a políticas que no sean excluyentes y proporcionar al ciudadano la posibilidad de elegir entre propuestas que supongan soluciones a sus problemas reales y no a los problemas de sus políticos.

Aquí en Valencia, la cosa ha quedado vista para sentencia. Hay que felicitar al PP por los resultados obtenidos y esperar que ese apoyo del electorado no se traduzca en un todo vale. Ni los casos de corrupción ni las quejas por el urbanismo desaforado han pasado factura al partido en el gobierno. Pero esa victoria sin paliativos no debería considerarse una absolución de ave maría y padrenuestro. 44 de los escaños del Parlament están ocupados por representados de un gran número de valencianos que, como ayer dijo Pla, merecen un gobierno también para ellos. Camps, liberado de sus propias luchas internas, debería saber convertirse en un presidente de todos y mirar más allá de la ventana de su despacho. Convertir Valencia no solo en un referente de modernidad arquitectónica, también social. Un lugar no excluyente donde solo tengan voz los propios. Su respaldo electoral debería hacer que se olvidase de enfrentamientos con el Gobierno central y tratar de conseguir lo mejor para esta comunidad, sin que lo mejor deba coincidir siempre con lo que él piensa. Es decir, Camps tiene la oportunidad de ser magnánimo –algo al alcance de muy pocos- y esa cualidad, en un político, debería ser como la de el valor en un soldado: inherente. Pla, por su parte, tiene ante sí un reto cada vez más difícil y que no es únicamente el de derrotar al PP: movilizar al electorado de izquierdas que padece de una somnolencia crónica en la comunidad. Quizás le iría bien alejarse de ese tono de campaña bajo que tanto favorece a su adversario y cantar las verdades de la vieja, pese a quien le pese. Porque de seguir las cosas como hasta ahora, para muchos, la travesía va a ser larga, muy larga. Y muy a nuestro pesar.

Y en cuanto al electorado valenciano, algo debe ir mal cuando estar imputado por una serie de delitos no solo no se castiga sino que se premia. Ese adocenamiento de los votantes debería preocupar a todos, a vencedores y a vencidos, porque no parece que la indiferencia ante los desmanes –provengan de quien provengan- sea el mejor de los síntomas para el electorado. En democracia, la indiferencia, puede ser causa de enfermedad terminal.

viernes, 11 de mayo de 2007

Bienvenido Mr. Marshall.

Vergüenza ajena.
Es lo mínimo que se puede sentir cuando uno ve al que debería ser presidente de todos los valencianos -el inefable Paquito- cautivo y desarmado ante ese quieroynopuedo warholiano que es Ecclestone, el amo y señor de la F1. Lo que uno hubiera esperado es que el molt honorable agradeciera sus palabras y aprovechara para corregirle. Algo así:
- Mr. Ecclestone, agradezco su apoyo. Aún así debo decirle que el pueblo valenciano es soberano y que su proyecto no debe estar condicionado a una decisión partidista. Gane quien gane, es el conjunto de la ciudadanía el que gana. Y mi persona no es sino el represante -hoy- de la decisión popular expresada en las urnas. Por lo tanto, yo le animo a que brinde su apoyo a la Comunidad Valencia independientemente de quien rija sus destinos.
Pero no. Camps no ha sido capaz de ver con la perspectiva propia de un líder político que gobierna aTODA una comunidad y no solo a quien le vota. Todo lo contrario, el chantaje inoportuno e inadmisible de un empresario ha servido para inflar su ego dentro de ese marasmo endogámico en el que se obervan unos a otros. Un ejemplo de cómo es. Ni más ni menos.
Una pregunta: ¿ es el sr. Camps quien va a pagar de su bolsillo o del de su partido al sr. Ecclestone para que nos regale una prueba del mundial de automovilismo ? No. El dinero es PUBLICO, pese a que algunos puedan haberse acostumbrado a pensar lo contrario. Es decir, de todos los valencianos, indepedientemente de cual sea su adscripción política.
Salvando las distancias, Camps recuerda mucho al Pepe Isbert de Bienvenido Mr. Marshall. Ya están aquí los americanos para ponernos en órbita. Gracias.
Quien ahora nos preside ha tenido una oportunidad de oro -ahora que entramos en campaña electoral- para dignificarse ante el conjunto de los valencianos. Pero eso era mucho pedir. Todo lo contrario. Ha utilizado un acto público, financiado con dinero público, para presentar -presuntamente- su campaña electoral doce horas antes que el resto de los partidos. Todo un logro de transparencia y rigor institucional. Gracias, una vez más.
En fin, ojalá todo sea esto. Pero me temo que el juego sucio no ha hecho más que empezar. Quedan quince días por delante para seguir avergonzándonos, seguro. Vergüenza por la manipulación de los medios - Canal 9, sin ir más lejos-; vergüenza por la censura más basta -"Ja en tenim prou"-; vergüenza,en fin, porque quienes detentan el poder se contentan con poner anteojeras a sus ciudadanos para que estos no puedan ver más allá del camino marcado. Olé a esa sociedad moderna y puntera de la que hacen gala. No nos merecemos tanto, seguro.

viernes, 27 de abril de 2007

De la luz y del amor...

Vivimos en la tierra de la luz y del amor... al menos los valencianos. Aquí todo es perfecto: los días son radiantes y el cielo presenta un azul límpio y magnífico, la gente se abraza por las calles ofreciendo besos y sonrisas, los perros se pasean con su collar de longanizas, el olor a azahar invade cada rincón de la ciudad y uno se despierta sabiendo que el día que empieza va a ser, sin duda, mejor que el anterior... no hay barracones en los colegios, la sanidad transferida es un ejemplo de buen funcionamiento, nunca ha habido muertos en el metro, no se especula ni se desangra nuestro litoral, no se derrocha a manos llenas ( el Santo Padre se pagó el viaje de su bolsillo y el Palau de les Arts es el paradigma de la austeridad )... todo va bien... entonces ¿ quien en su sano juicio querría cambiar las cosas ? Insensatos que no se conforman con lo que tienen. Y yo. Porque da miedo lo que miedo da. Y a mi me produce pavor vivir aislado del resto del mundo gracias a una censura que ni los coreanos del norte quisieran para ellos. Camps se apresta a cerrar el repetidor de TV3 después de jugar una partidita de tenis mientras se celebraba el Día de les Corts, y sus acólitos prohíben donde pueden, que es mucho, la exhibición de un vídeo que les es crítico. " ja en tenim prou". Podríamos reírnos de lo torpe que es prohibir algo cuando puede crearse el efecto contrario: que la gente quiera conocer lo prohibido. Pero esa torpeza va acompañada de un control de los medios que no tiene parangón. Nadie con menos de treinta años ha vivido una censura similar. La Unió de Periodistes denuncia a Punt 2 por alterar la programación porque un invitado decidió salir de su casa vestido con una camiseta que apoya la candidatura de Carmen Alborch a la alcaldía de la capital... Y no pasa nada. Canal 9 se convierte en la voz de su amo y ladra incluso antes de recibir cualquier orden canina -sit, plas....- ¿ Nadie tiene miedo ? Yo sí, y también quien se afana por controlarlo todo para perpetuar en el poder una sinrazón de ideas que coloca esta comunidad en estándares sociales y culturales propios del antiguo régimen. Y aún así, vivimos en la tierra de la luz y del amor... que sea para bien.